domingo, 17 de febrero de 2013


La vida en el campo de Berak, Haiti

Papá Loulou, campesino y maderero que vive con sus hijos, sobrinos y nietos en lo que queda del bosque de Berak, conversa con Maxon Fildor, de  Société Audubon Haiti acerca de la deforestación y la vida dentro de el Parque Nacional La Visite. Esta es la primera de varias entrevistas y ensayos con Papa Loulou y la gente de los asentamientos de Seguin y Berak, dentro del Parque Nacional La Visite en Haití.

Con sólo la mitad de sus dientes y una sonrisa de oreja a oreja, Papa Loulou nos hace pensar que estamos en un paisaje costumbrista convertido en un cuadro surrealista. Sonriente y sereno, sentado en 
una silla desde su ‘balcón’, Papa Loulou nos cuenta de mejores épocas mientras el viento hace bailar la puerta y la cortina de la entrada de su casa. Personalmente me recuerda a la obra ‘El Pan Nuestro’ del maestro puertorriqueño Ramón Frade. Al igual que el jíbaro de ese cuadro, Papá Loulou carga una machete, su fiel amigo y ambos tienen el peso de los años encima, una barba llena de cerdas blancas y una piel curtida por el polvo, el sol y el sudor de años de doblar el lomo. Ambos están descalzos y ambos viven en lo que en otrora fue un paraíso tropical, pero se ha convertido en un campo desolado, de tierra roja, pasto seco y una que otra palmera a la distancia. La única diferencia entre ambas imágenes, es que el Pan Nuestro es del 1905 y esta foto es del 2013; ¡ah! y por supuesto, la otra diferencia es que la pintura de Ramón Frade es parte del movimiento artístico del realismo en la pintura en Puerto Rico y Papa Loulou es la realidad de Haití.

Según Papa Loulou, la vida en el campo haitiano era mejor en los tiempos de Duvalier que ahora. Sí, según este campesino, mientras un fanático bélico-religioso reinaba en Port-au-Prince, este campesino y su familia vivían tranquilos y a plenitud en las laderas del bosque de Berak, dice que ‘kounye au gen ampil mun’ o ahora tu tienes mucha gente. Francois Duvalier, conocido como Papa Doc fue un salvaje, un vil cobarde que asesinó a de miles personas, destruyó de la infraestructura y el comercio del país y acabó con el patrimonio nacional natural de Haití. Los libros colocan a Papa Doc junto a Pinochet y Trujillo como uno de los peores dictadores de las naciones americanas del siglo XX. En apenas 14 años de poder, del 1957 hasta su muerte en el 1971, cegó miles de vidas y destruyó la moralidad y el sistema social de la primera república del Caribe.

A los dos años de Duvalier estar en el poder, Fidel Castro, Camilo Cienfuegos y Ernesto Guevara de la Serna, entran gloriosos a la Habana de la vecina Cuba tras vencer al dictador y presidente Fulgencio Batista. Ese fue el comienzo de una nefasta era dictatorial en Haití típica de un régimen de ‘república bananera’ del siglo pasado, de esas que poseían algo estratégico muchas veces intangible, pero que les convenía al gobierno de turno de los EEUU. En este caso Duvalier gozó de privilegios de inmunidad por parte de los EEUU y demás fuerzas internacionales que se hacían de la vista larga y permitían que éste degenerado actuara sin impunidad, siempre y cuando mantuviese un gobierno haitiano alejado del comunismo y de revuelos sociales, sin contagiarse con la recién formada revolución cubana. Bajo esa carta de inmunidad política y con todo un armamento de la magia del vudú, Duvalier se convierte en Papa Doc y reinó con sangre y desesperación.

Aún así este paupérrimo campesino asegura que en aquellos tiempos, la vida del campo era mejor. ¿Por qué? Sencillo, porque Papa Doc mantuvo a la gente de la ciudad fuera del campo, encerrados en el miedo. En ese entonces la gente vivía presas en sus casas, en las ciudades y en los pueblos. Duvalier destruyó carreteras y comercios nacionales, impuso toques de queda, promovió leyes de mordaza, destruyó la moralidad de los haitianos. Papa Doc contrató una armada de asesinatos a sangre fría, los Tonton Macoute, que mutilaban, decapitaban y quemaban a cualquiera que hablara contra de Papa Doc o promoviera ideas de socialismo. En esa época la gente no se aventuraba al campo, ni tan siquiera sea aventuraba a tener hijos y la vida de Papa Loulou era tranquila.

En estos tiempos de violencia y dictadura, Papa Loulou pudo criar a sus 11 hijos sin problemas en las laderas del bosque de Berak, que se encuentran dentro del Parque Nacional La Visite. Según él no ganaba sueldo alguno, pero no hacía falta porque la tierra le proveía todo lo que le hacía falta; maíz, batata, ñame, malanga, zanahorias, leche, carne, huevos, agua, plantas medicinales, leña, carbón, madera, ron. Todo. Los pocos grupos religiosos y de beneficencia social que entraban al país le proveían ropa y medicinas. Si algo le faltaba, podía conseguirlo bajando hasta las ciudades de Belle Anse o Jacmel y cambiar batatas, papas o gallinas por lo que le hiciera falta. Si no lo conseguía por la vía legal, lo conseguía a través del contrabando, como lo han hecho los jíbaros y campesinos de las Antillas desde tiempo inmemorial.

Según Papa Loulou, ahora todo es diferente. Hay gente por todas partes y ya no hay tierra para cultivar, ni madera para cortar, las organizaciones de beneficencia social tuvieron que traer agua a la zona, porque sus ríos y riachuelos se secaron. Ahora todo cuesta dinero y está muy caro. La realidad es que para cuando Duvalier entró al poder ya casi todo Haití estaba deforestado y la devastación ecológica era tan aterradora que para esa época, varios oficiales del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos asesoraban al gobierno Haitiano en el manejo y uso de suelos y de recursos agrícolas y forestales. El conocido ecólogo de plantas Leslie Holdrige formuló su teoría de las zonas de vida en las laderas de las montañas haitianas mientras estudiaba sus bosques. El dasónomo tropical y experto en ecología de bosques, Tom Gill, propuso que Haití debería empezar a manejar sus recursos de una mejor manera, para entre otras cosas, reducir su dependencia en maderas importadas. Esto le sirvió de excusa al gobierno haitiano para otorgarles concesiones madereras a los amigos del gobierno y a familias pudientes para de esta manera capitalizar la poca madera que quedaba en los bosques de ese tercio occidental de la isla de La Española.

Aun cuando Berak gozaba de una amplia cobertura boscosa hace 40 años, ya para la década del 30, Haití estaba deforestada casi en su totalidad. El mismo Gill decía en el 1931 que: “Hasta el momento en lo que concierne a Haití y Puerto Rico los problemas forestales son similares. La meta de estos debe ser re-establecer los bosques en las áreas sin agricultura, haciendo de estos bosques unos beneficiosos para la población local y que en última instancia liberen a estas poblaciones locales de la dependencia de madera y productos importados”. Y así poco a poco los haitianos fueron comiéndose lo que quedaba de bosque y de esa manera llegaron al a donde Papa Loulou en el Parque Nacional La Visite. Los que tenían el dinero llegaron para hacer aún mas dinero, y los que no tenían dinero, llegaron para hacerle el dinero a los jefes y para poder subsistir en condiciones paupérrimas.

Los nuevos terratenientes acaudalados llegaron al área del Parque Nacional La Visite y asentaron sus operaciones en el poblado de Seguin, a unos 8 kilómetros de Berak, donde aún vive Papa Loulou y comenzó extracción de madera de las zonas de amortiguamiento y de áreas dentro del parque nacional, todo con el visto bueno del gobierno. Cuenta Papa Loulou que los primeros peones llegaron a trabajar en la madera en Seguin a mediados de los años 70’s. Llegaban de otras regiones y no tenían casa en el parque. No había infraestructura porque solo había el pequeño poblado de Seguin y algunas casas, caminos y veredas. Con las concesiones llegaron los caminos para los carros y camiones, los aserraderos y las barracas de los peones, obreros y madereros. Al principio los peones venían solos, nos comenta Papa Loulou, pero se les hacía imposible visitar y mantener a sus familias con el poco dinero que ganaban. Es entonces cuando mas y mas gente comienza a mudarse a la región. Los peones vivían bajo un sistema feudal-esclavista y por necesidad tenían que construir ellos mismos sus casas, sus huertas, cortar su propia madera para construcción y para leña y talar el bosque para tener su ganado y trabajar la tierra y así poder mantener a sus familias. Poco a poco el pueblo de Seguin creció y los colonos comenzaron a usar el bosque como única fuente de recursos. De ahí sacaban su madera, su combustible, el agua, los alimentos, los materiales de construcción, todo lo que necesitaban para subsistir. Poco a poco, luego de mas de 30 años de explotación desmedida, las madereras se fueron pero no sin antes dejar un inmenso daño ecológico creado por la extracción de madera y por las invasiones de los peones y colonos.






Han pasado ya más de ochenta años desde que el mundo de la ecología, la agricultura forestal dio el llamado de alerta acerca de la crisis de deforestación del Caribe y específicamente de Haití y Puerto Rico.  En el caso de Puerto Rico, nuestra isla sirvió como laboratorio forestal tropical y modelo de la globalización industrial y por eso la gente abandonó el campo y la isla ha vuelto a adquirir gran parte de sus áreas verdes. La mayoría de las cuencas fluviales de la isla fueron sembradas con árboles maderables de Asia, Australia y Centro América, especies que estaban de moda en los años 30 como las mejores maderas del mundo tropical y fueron importados a la isla con ese propósito. En el caso de Haití, hermana olvidada de las Américas, la deforestación y el olvido sistemático de las necesidades del país continuó y hoy en día el país solo queda un 1.6% de la capa de bosque original.