La vida en el campo de Berak, Haiti
Papá Loulou, campesino y maderero que vive con sus hijos, sobrinos y nietos en lo que queda del bosque de Berak, conversa con Maxon Fildor, de Société Audubon Haiti acerca de la deforestación y la vida dentro de el Parque Nacional La Visite. Esta es la primera de varias entrevistas y ensayos con Papa Loulou y la gente de los asentamientos de Seguin y Berak, dentro del Parque Nacional La Visite en Haití.
Con sólo
la mitad de sus dientes y una sonrisa de oreja a oreja, Papa Loulou nos hace pensar
que estamos en un paisaje costumbrista convertido en un cuadro surrealista. Sonriente
y sereno, sentado en
una silla desde su ‘balcón’, Papa Loulou nos cuenta de
mejores épocas mientras el viento hace bailar la puerta y la cortina de la
entrada de su casa. Personalmente me recuerda a la obra ‘El Pan Nuestro’ del
maestro puertorriqueño Ramón Frade. Al igual que el jíbaro de ese cuadro, Papá
Loulou carga una machete, su fiel amigo y ambos tienen el peso de los años
encima, una barba llena de cerdas blancas y una piel curtida por el polvo, el
sol y el sudor de años de doblar el lomo. Ambos están descalzos y ambos viven
en lo que en otrora fue un paraíso tropical, pero se ha convertido en un campo
desolado, de tierra roja, pasto seco y una que otra palmera a la distancia. La
única diferencia entre ambas imágenes, es que el Pan Nuestro es del 1905 y esta
foto es del 2013; ¡ah! y por supuesto, la otra diferencia es que la pintura de
Ramón Frade es parte del movimiento artístico del realismo en la pintura en
Puerto Rico y Papa Loulou es la realidad de Haití.
Según
Papa Loulou, la vida en el campo haitiano era mejor en los tiempos de Duvalier
que ahora. Sí, según este campesino, mientras un fanático bélico-religioso reinaba
en Port-au-Prince, este campesino y su familia vivían tranquilos y a plenitud
en las laderas del bosque de Berak, dice que ‘kounye au gen ampil mun’ o ahora
tu tienes mucha gente. Francois Duvalier, conocido como Papa Doc fue un
salvaje, un vil cobarde que asesinó a de miles personas, destruyó de la
infraestructura y el comercio del país y acabó con el patrimonio nacional
natural de Haití. Los libros colocan a Papa Doc junto a Pinochet y Trujillo
como uno de los peores dictadores de las naciones americanas del siglo XX. En
apenas 14 años de poder, del 1957 hasta su muerte en el 1971, cegó miles de
vidas y destruyó la moralidad y el sistema social de la primera república del
Caribe.
A los
dos años de Duvalier estar en el poder, Fidel Castro, Camilo Cienfuegos y
Ernesto Guevara de la Serna, entran gloriosos a la Habana de la vecina Cuba
tras vencer al dictador y presidente Fulgencio Batista. Ese fue el comienzo de
una nefasta era dictatorial en Haití típica de un régimen de ‘república
bananera’ del siglo pasado, de esas que poseían algo estratégico muchas veces
intangible, pero que les convenía al gobierno de turno de los EEUU. En este
caso Duvalier gozó de privilegios de inmunidad por parte de los EEUU y demás
fuerzas internacionales que se hacían de la vista larga y permitían que éste
degenerado actuara sin impunidad, siempre y cuando mantuviese un gobierno haitiano
alejado del comunismo y de revuelos sociales, sin contagiarse con la recién
formada revolución cubana. Bajo esa carta de inmunidad política y con todo un
armamento de la magia del vudú, Duvalier se convierte en Papa Doc y reinó con
sangre y desesperación.
Aún así
este paupérrimo campesino asegura que en aquellos tiempos, la vida del campo
era mejor. ¿Por qué? Sencillo, porque Papa Doc mantuvo a la gente de la ciudad
fuera del campo, encerrados en el miedo. En ese entonces la gente vivía presas
en sus casas, en las ciudades y en los pueblos. Duvalier destruyó carreteras y comercios
nacionales, impuso toques de queda, promovió leyes de mordaza, destruyó la
moralidad de los haitianos. Papa Doc contrató una armada de asesinatos a sangre
fría, los Tonton Macoute, que mutilaban, decapitaban y quemaban a cualquiera
que hablara contra de Papa Doc o promoviera ideas de socialismo. En esa época
la gente no se aventuraba al campo, ni tan siquiera sea aventuraba a tener
hijos y la vida de Papa Loulou era tranquila.
En
estos tiempos de violencia y dictadura, Papa Loulou pudo criar a sus 11 hijos
sin problemas en las laderas del bosque de Berak, que se encuentran dentro del
Parque Nacional La Visite. Según él no ganaba sueldo alguno, pero no hacía
falta porque la tierra le proveía todo lo que le hacía falta; maíz, batata,
ñame, malanga, zanahorias, leche, carne, huevos, agua, plantas medicinales,
leña, carbón, madera, ron. Todo. Los pocos grupos religiosos y de beneficencia
social que entraban al país le proveían ropa y medicinas. Si algo le faltaba,
podía conseguirlo bajando hasta las ciudades de Belle Anse o Jacmel y cambiar
batatas, papas o gallinas por lo que le hiciera falta. Si no lo conseguía por
la vía legal, lo conseguía a través del contrabando, como lo han hecho los
jíbaros y campesinos de las Antillas desde tiempo inmemorial.
Según
Papa Loulou, ahora todo es diferente. Hay gente por todas partes y ya no hay
tierra para cultivar, ni madera para cortar, las organizaciones de beneficencia
social tuvieron que traer agua a la zona, porque sus ríos y riachuelos se
secaron. Ahora todo cuesta dinero y está muy caro. La realidad es que para
cuando Duvalier entró al poder ya casi todo Haití estaba deforestado y la devastación
ecológica era tan aterradora que para esa época, varios oficiales del
Departamento de Agricultura de los Estados Unidos asesoraban al gobierno
Haitiano en el manejo y uso de suelos y de recursos agrícolas y forestales. El
conocido ecólogo de plantas Leslie Holdrige formuló su teoría de las zonas de
vida en las laderas de las montañas haitianas mientras estudiaba sus bosques.
El dasónomo tropical y experto en ecología de bosques, Tom Gill, propuso que
Haití debería empezar a manejar sus recursos de una mejor manera, para entre
otras cosas, reducir su dependencia en maderas importadas. Esto le sirvió de
excusa al gobierno haitiano para otorgarles concesiones madereras a los amigos
del gobierno y a familias pudientes para de esta manera capitalizar la poca
madera que quedaba en los bosques de ese tercio occidental de la isla de La
Española.
Aun
cuando Berak gozaba de una amplia cobertura boscosa hace 40 años, ya para la
década del 30, Haití estaba deforestada casi en su totalidad. El mismo Gill decía
en el 1931 que: “Hasta el momento en lo que concierne a Haití y Puerto Rico los
problemas forestales son similares. La meta de estos debe ser re-establecer los
bosques en las áreas sin agricultura, haciendo de estos bosques unos
beneficiosos para la población local y que en última instancia liberen a estas
poblaciones locales de la dependencia de madera y productos importados”. Y así
poco a poco los haitianos fueron comiéndose lo que quedaba de bosque y de esa
manera llegaron al a donde Papa Loulou en el Parque Nacional La Visite. Los que
tenían el dinero llegaron para hacer aún mas dinero, y los que no tenían
dinero, llegaron para hacerle el dinero a los jefes y para poder subsistir en
condiciones paupérrimas.
Los
nuevos terratenientes acaudalados llegaron al área del Parque Nacional La
Visite y asentaron sus operaciones en el poblado de Seguin, a unos 8 kilómetros
de Berak, donde aún vive Papa Loulou y comenzó extracción de madera de las
zonas de amortiguamiento y de áreas dentro del parque nacional, todo con el
visto bueno del gobierno. Cuenta Papa Loulou que los primeros peones llegaron a
trabajar en la madera en Seguin a mediados de los años 70’s. Llegaban de otras
regiones y no tenían casa en el parque. No había infraestructura porque solo
había el pequeño poblado de Seguin y algunas casas, caminos y veredas. Con las
concesiones llegaron los caminos para los carros y camiones, los aserraderos y
las barracas de los peones, obreros y madereros. Al principio los peones venían
solos, nos comenta Papa Loulou, pero se les hacía imposible visitar y mantener
a sus familias con el poco dinero que ganaban. Es entonces cuando mas y mas gente
comienza a mudarse a la región. Los peones vivían bajo un sistema
feudal-esclavista y por necesidad tenían que construir ellos mismos sus casas,
sus huertas, cortar su propia madera para construcción y para leña y talar el
bosque para tener su ganado y trabajar la tierra y así poder mantener a sus
familias. Poco a poco el pueblo de Seguin creció y los colonos comenzaron a
usar el bosque como única fuente de recursos. De ahí sacaban su madera, su
combustible, el agua, los alimentos, los materiales de construcción, todo lo
que necesitaban para subsistir. Poco a poco, luego de mas de 30 años de
explotación desmedida, las madereras se fueron pero no sin antes dejar un
inmenso daño ecológico creado por la extracción de madera y por las invasiones
de los peones y colonos.
Han pasado ya más de ochenta años desde que el mundo
de la ecología, la agricultura forestal dio el llamado de alerta acerca de la
crisis de deforestación del Caribe y específicamente de Haití y Puerto
Rico. En el caso de Puerto Rico, nuestra
isla sirvió como laboratorio forestal tropical y modelo de la globalización
industrial y por eso la gente abandonó el campo y la isla ha vuelto a adquirir gran
parte de sus áreas verdes. La mayoría de las cuencas fluviales de la isla
fueron sembradas con árboles maderables de Asia, Australia y Centro América,
especies que estaban de moda en los años 30 como las mejores maderas del mundo
tropical y fueron importados a la isla con ese propósito. En el caso de Haití,
hermana olvidada de las Américas, la deforestación y el olvido sistemático de
las necesidades del país continuó y hoy en día el país solo queda un 1.6% de la capa
de bosque original.
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